El lunes Santo en el silencio de la noche, poco a poco, los hermanos se acercan al Convento de las Madres Concepcionistas, en la calle de la Rúa. Ha pasado primero por la puerta del Convento la Procesión de la Pasión, con las tres Cofradías centenarias de la ciudad.
Sólo los hermanos y devotos que vayan a procesionar, acceden al templo, flanqueado por un miembro de la Junta de Gobierno.
En el interior, los últimos preparativos para la procesión. La parihuela con el Cristo titular, iluminado por los quinqués transparentes, ofrecen una espectacular visión de la obra del conquese Vicente Marín.
Al inicio de la procesión, el Maestre pide permiso a la Madre Abadesa del Convento, para llevarse la imagen e iniciar las procesiones. Se recuerda el compromiso firmado el 28 de octubre de 1998, la fecha en la que fue colocada la imagen en el presbiterio de la capilla. Y además, se pide la inscripción en las actas conventuales y en las de la Cofradía, de la decisión adoptada. La Madre consiente con un "Cúmplase así, si es la voluntad de Dios Padre Todopoderoso".
El Maestre toma juramento de silencio e invita, a quién no esté dispuesto a cumplir la promesa, a no participar en la procesión. Sólo rezo de las oraciones ha de brotar de los labios de los hermanos de la Cofradía. Y pide a los hermanos que se cubran.
El capellán comienza la oración, y el Vicemaestre exhorta a los hermanos a participar dignamente en el cortejo. Poco a poco, van saliendo en el orden previsto, acompañados por los miembros de la Asociación San Pedro del Castro, ataviados a la antigua usanza leonesa. En cada parada, una oración, una parte del canto de las Llagas y una marcha de la Agrupación. Después: silencio, sólo un tambor ronco marca el ritmo de las procesión penitencial.
Ya de regreso, en el interior del templo, continúa la promesa de silencio que se rompe con el beso a los pies del Santísimo Cristo Esperanza De La Vida, mientras se escuchan completas las llagas, entonadas, una vez más, por los asociados de San Pedro de Castro.